martes, 25 de marzo de 2014

Rectificar

La absoluta contundencia gris del suelo se aproximaba a mi cara cuando tuve la certeza de que el tiempo pasa sin nosotros. Aquella bofetada fue dolorosa. No descubro el agua tibia con estas declaraciones, no abro nuevos planteamientos teóricos, solo constato una realidad que por obvia parece sencilla: no somos necesarios para que el mundo gire. 
Me caí y me di contra el suelo. Fue en Bogotá en mi primera visita tras varios años sin ir. Algunos me dijeron que no era nada más que mal de altura, que me había acostumbrado a vivir a ras del mar, que como se me ocurría ponerme a subir cerros y montañas. Dije que si, que si a todo. No era cuestión de discutir con el orgullo y la cara, fue un guacalazo importante, heridos. 



El argumento de Rectify es sencillo (y muy potente), tras diecinueve años en el corredor de la muerte* Daniel consigue la libertad. Una libertad provisional: su inocencia no esta demostrada. 
El universo inalterable, estático y pétreo de Daniel, esa celda/hogar durante diecinueve años muta en el colorido, excitante y veloz mundo moderno. La seguridad de las conversaciones carcelarias se contrapone con las emociones del mundo exterior, por la vulnerabilidad del amor familiar. El estático orden establecido de normas y conductas deja paso a las envidias, a las pequeñas emociones (entrar en una librería; jugar a la Sega; montar en bicicleta), a la imposibilidad de recuperar eso que llamamos tiempo. Culpa, perdón, inocencia, culpabilidad, pueblo pequeño, infierno grande. Todo lento, cadencioso, como una balada que permite el bailar cerca, respirando en el cuello, agarrando por la cintura. 
Todo filmado con un gusto impecable donde la pausa es norma, la quietud no anticipa un aceleron, no hay tempestad anunciada por la calma. Fantásticos seis capítulos que se hacen cortos (y eso que no hay prisa, repetimos: la pausa abunda!). Afortunadamente Sundance Channel ya ha confirmado una segunda temporada con diez episodios. 



*Trabajando en Madrid para una conocida franquicia de restaurantes tuve que atender a Joaquín José Martínez. Un personaje que se había hecho famoso por ser el primer europeo en salir del Corredor de la Muerte. No pude menos que sentirme extraño al preguntarle como de hecha quería la carne de la hamburguesa. 

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