sábado, 24 de mayo de 2014

Paseando

La pantalla mostraba el espectáculo, el decorado cambiante, los extras miles. La banda sonora extraña, llena de ambiente, de diálogos cortados, cogidos al vuelo, palabras sueltas, picas que ayudaban a escalar, a entender. Un presupuesto inimaginable.
Imposible no sucumbir al embrujo, a la hipnótica coreografía que se desarrollaba, incesante y vital, a lo largo del trayecto. Salida de emergencia, leo un poco más arriba. El 27 busca la grande, la última, la de Plaza Castilla para poder girar en redondo e ir para abajo, atravesar todas las rotondas, los cruces, las fuentes y llegar hasta Embajadores y volver a empezar. 
Enamorarse al ritmo bamboleante, ver la ciudad, enamorarse con el ronroneo del motor, las caras, los comercios, la ciudad y su gente. El 27. Todo por un euro cincuenta, pienso con el ticket en la mano, con el libro abierto que no leeré: la ciudad no lo permite, te obliga a mirarla. 

Paseos con mi madre de Javier Pérez Andújar es una oda al extraradio, a lo marginal, a lo que no brilla en oropel. Llena de humor, de frases redondas que son un mundo en si mismas, que no admiten réplica. La Historia no es más que una sucesión de pequeñas historias, que mueren en el olvido, en los salones reducidos de esos minipisos infernales de las ciudad dormitorios. Calles que cambian de nombre. Nombres que cambian de significado. Ricos que son ricos de siempre. Pobres que nunca tuvieron un chance. Un libro breve en extensión y largo en ideas. Una declaración constante de principios. Un decir aquí estoy, así soy y así ha sido la historia nuestra. Una declaración constante de Amor. Una declaración de Odio constante. Un libro breve que es la bomba. 

"Los hombres desaparecen amontonados unos encima de otros y aparecen convertidos en calles, y luego las calles desaparecen también unas encima de otras, y se convierten en substrato o en arqueología. Hoy, las tres chimeneas de la térmica se han cerrado porque su trabajo ya no es necesario. Pero continúan siendo algo extraño que se ve desde lo lejos. Ahora el ayuntamiento de San Adrián no sabe bien qué hacer con ellas, si derribarlas o convertirlas en hoteles o museos. Convocó un referéndum para preguntar a los vecinos qué les parecía mejor, y no fue nadie a votar"

Paseos con mi madre
Javier Pérez Andújar

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